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La mano del hombre en el bosque

Escrito por: Jo Corona mayo 1, 2017
La mano del hombre en el bosque

Ixtlán de Juárez es una comunidad zapoteca enclavada en la Sierra Norte de Oaxaca que ha sabido conectarse con la tierra para conservar y también aprovechar su riqueza en recursos naturales. La plaza pública del pueblo de 3,000 habitantes es un espacio amplio y limpio, con jardineras bien cuidadas y un pintoresco kiosco al centro. Pero el territorio de Ixtlán se extiende más allá de sus calles. Comprende 19,310 hectáreas, de las cuales 15,749 consisten en un macizo forestal que los comuneros han aprendido a cuidar, vigilar y aprovechar económicamente.

Una fría mañana de diciembre, acompañados por un pequeño equipo que trabaja para la empresa extractiva de la misma comunidad, nos internamos en el bosque de pinos y encinos para conocer el primer paso en la cadena de aprovechamiento: el corte del árbol. El cortador Antonio Ramírez se posicionó a un costado y en la base del tronco de un pino rojo (Pinus douglasiana) que habrá tenido unos 28 metros de altura, 40 cm de diámetro y 48 años de edad. Mientras Antonio estudiaba el terreno, al sujeto en cuestión y su entorno, el ingeniero forestal responsable Elías Santiago recorrió al pino con la mirada de base a punta y calculó que saldrían al menos 4 metros de madera en rollo que podrían venderse en unos 6,000 pesos.

Antonio se puso a trabajar; clavó la motosierra en la base del árbol y durante largos segundos un sonido chirriante llenó el espacio conforme la motosierra rebanaba la madera. El tronco comenzó a ladearse, hasta que con un tronido se desprendió de su base y se desplomó ladera abajo, proyectado por su propio peso y la fuerza de la gravedad. Los árboles aledaños le arrancaron con un ruido seco las ramas más largas. Cuando finalmente tocó tierra, lo hizo con un gran estruendo que reverberó en las paredes de la cañada. Le siguieron unos momentos de silencio absoluto en el bosque, como si el viento y los pájaros hubieran pedido una pausa para despedirse de su compañero caído. Apenas se escuchaba un pequeño riachuelo a la distancia.

cablero Conectomx

A continuación, el cablero Daniel Hernández, un joven de 23 años, enfundó sus manos en unos gruesos guantes y, jalando el cable anclado de una grúa instalada camino arriba, se aproximó hasta el tronco caído y lo sujetó con un nudo corredizo. Luego, el operador Cornelio Bautista arrancó la grúa, el cable se tensó, y el árbol comenzó a deslizarse ladera arriba hasta llegar al camino rural donde se encontraban apilados los demás troncos.

Muchos desconocemos que los bosques necesitan la intervención humana para estar sanos; tumbar árboles enfermos y viejos permite evitar la propagación de plagas e incendios, e incluso realizar algún aprovechamiento de este recurso natural, como es en este caso.

Una buena organización del territorio permite hacer aprovechamientos en algunas zonas y también dedicar otras a la conservación, pues como expuso el ingeniero forestal Miguel Ángel Soto, lo que entra en juego es una visión comunitaria, en la que hay un manejo de todo el territorio y no nada más de un ecosistema. Sin un manejo adecuado, los bosques se deterioran y son susceptibles a incendios. Además, los árboles sin manejo se debilitan con enfermedades y plagas.

En estados como Durango o Chihuahua, donde la cultura de aprovechamiento forestal tiene más de 100 años, la gente de la región no mira a la actividad con tanta sospecha. Por el contrario, cuando alguien en Oaxaca ve un camión trocero cargado con madera, se espanta porque piensa que están desmontando y deforestando. Pero como explicó el asesor de organizaciones forestales Salvador Anta, mediante un aprovechamiento responsable de los bosques es posible incluso aumentar la cobertura forestal. Esto ocurre cuando los habitantes locales perciben ingresos por vender la madera de sus bosques, ya sea como madera en rollo o como un producto con valor agregado, como sería un mueble. Al poder vivir de este recurso, ya no necesitan de otras fuentes de ingreso como la ganadería. Así, áreas agropecuarias son reconvertidas a zonas de uso forestal.

Vale la pena aclarar que no es lo mismo hacer aprovechamiento forestal que ser talamontes. Estos últimos desmontan la cobertura forestal sin ningún tipo de consideración humana ni ambiental, y provocan un problema de tala descontrolada. Una referencia: se estima que 30 por ciento del consumo doméstico corresponde a madera extraída ilegalmente, y que menos del uno por ciento del volumen con potencial maderable de los bosques y selvas de México cuenta con autorización de aprovechamiento por la SEMARNAT, según un estudio realizado por Reforestamos México y el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Sólo en 30 años Oaxaca ha perdido más de la mitad de sus selvas y bosques primarios, y a nivel global México ocupa el lugar 15 del ranking de países con mayor pérdida de cobertura forestal, datos de Global Forest Watch.

Por otra parte, abundante evidencia científica y empírica muestra que en los ejidos y comunidades que hacen un aprovechamiento activo de sus bosques la cobertura forestal y los atributos ambientales, incluyendo la biodiversidad, la infiltración de agua y la captura de carbono se encuentran en un mejor estado. Si a esto aunamos que un estimado de 60 por ciento de los bosques del país están en manos de personas –organizadas en ejidos y comunidades agrarias–, apoyar y propagar un paradigma donde el aprovechamiento forestal sustentable es posible debe ser una labor apremiante.

En Ixtlán, por ejemplo, algunas zonas han duplicado la densidad de sus bosques que de 300 ahora tienen 600 árboles por hectárea.

Los mecanismos para lograr lo anterior son variados pero tienen que ver directamente con el manejo silvícola del bosque. Previo a la temporada de lluvias los comuneros llevan a cabo actividades de reforestación usando semillas de viveros de la misma comunidad. Las semillas a su vez provienen de los mejores árboles, los más resistentes a plagas y en general los que contienen mejor material genético, con el objetivo de fortalecer el bosque progresivamente.

Para cosechar la madera, los técnicos forestales de Ixtlán usan dos sistemas silvícolas: el método de cortas de selección y el de cortas en franjas o matarrasa. En el primero se aprovechan los ejemplares con mayor diámetro y mejor calidad, dejando a los demás pinos en paz. En el segundo, se remueven todos los árboles de una franja específica y se prepara el suelo para regenerar esa porción del bosque.

Pero más allá de lo ambiental, un buen manejo forestal puede ayudar a construir tejido social y a que las comunidades tengan mayor control sobre su territorio. A consideración del asesor Anta, cuando las comunidades cuentan con capital social, una estructura comunitaria histórica y un sistema de cargos operacional, logran una gobernanza local fuerte y pueden defenderse de cualquier iniciativa que intente penetrar en su territorio.

Existen diversos actores con intereses en penetrar un territorio: la minería, el turismo, obras de infraestructura para usos urbanos e industriales, el crimen organizado y la tala clandestina.

Pero en Ixtlán de Juárez, donde desde hace décadas los comuneros se organizaron para manejar su territorio y obtuvieron la certificación internacional de Forest Stewarship Council (FSC), se respira un ambiente de seguridad y bienestar.

Gracias a la actividad forestal toda la gente está ocupada y económicamente activa; la clave está en la organización comunitaria. Como dijo el ingeniero Elías: “Todos cuidamos el bosque porque es de toda la comunidad, es de todos. Aquí nadie tiene más derechos que el otro sobre los recursos naturales”.

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