El aire de febrero se cuela entre las ropas aquella fría mañana en Santa María Yucuhiti, Oaxaca. Sin embargo la temperatura parece tener sin cuidado al grupo de 10 jóvenes que arribaron al municipio indígena para hacer monitoreo de aves y que, binoculares y libreta de campo en mano, esperan inquietos el arranque de la excursión.
Su procedencia es variopinta, aunque en su mayoría son hijos de productores de café adscritos a la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO). Armados además con un GPS y la Guía de aves “Birds of Mexico and Central America” de Ber van Perlo –un libro de primera necesidad para los observadores de aves– los monitores o “técnicos comunitarios” están siendo capacitados por el biólogo de la CONABIO, Rafael Calderón, como parte de una estrategia que busca que los jóvenes sepan identificar la fisionomía y el canto de las aves, y que a largo plazo influyan en cómo las comunidades se relacionan con su territorio y con la biodiversidad de la región.
Supone un cambio de paradigma hacia una explotación sustentable de recursos naturales a manos de los colectivos rurales, y a la vez es una manera de incidir en la investigación, educación ambiental, desarrollo social y la identificación de liderazgos locales.
Para llevar a cabo su trabajo, Lucio, Antonino, Nazario, Cristian y los demás monitores crearon la cooperativa Tee Suchi, que en mixteco significa “jóvenes trabajando”. Se obsesionaron, ahora sólo hablan de eso –bromea Ana Tejero, bióloga y la única mujer en el grupo de monitores de aves–, quien nos explica que durante la etapa de levantamiento del inventario de flora y fauna visitarán cafetales, milpas, potreros y las zonas urbanas de la región, con el objetivo de demostrar que los cafetales son zonas con una enorme riqueza biológica.
El proyecto arrancó en 2014, cuando el colectivo Tee Suchi empezó a geo-referenciar las parcelas de los productores afiliados a CEPCO. Para dimensionarlo, vale la pena mencionar que son 43 cooperativas dentro de la CEPCO, y que sus 3 900 socios están dispersos a lo largo y ancho de la accidentada orografía del estado. El logro no es menor, pues de un momento a otro los caficultores aprendieron sobre la dimensión precisa de sus parcelas y la altura a la que se ubicaban, datos que antes desconocían o sabían de manera aproximada, como fue el caso del productor Félix Faustino García.

Con la geo-referenciación, los caficultores aprenden la dimensión precisa de sus parcelas y a qué altura se ubican, datos antes desconocidos.
“Se me quedó en la cabeza. Son 2 hectáreas a 1777msnm. Ya conociendo eso a cualquiera le puedo dar una buena información, no adivinando. Eso me sirve para cualquier pregunta que me hagan como campesino, como productor de café o como comunero”, contextualiza el profe Félix.
En vez de esperar a que viniera algún académico de fuera, los mismos caficultores hicieron el levantamiento de la información, por lo que internalizaron el nuevo conocimiento y ahora pueden localizarse en un mapa, identificar las parcelas de sus compañeros y contrastar los ecosistemas en que cultivan su café.
“Lo que aspiramos es conocer a detalle lo que ocurre en esta parcela o tenemos dentro de esa otra y los aspectos que tenemos en términos ambientales, conocer la diversidad de especies de árboles, conocer la diversidad de especies de café y la diversidad de especies de flora y fauna que hay también. El sistema cafetalero es uno de los que presenta mayor estabilidad en cuanto a preservación de especies”, explica Cristian Ortiz, hijo y nieto de caficultores e ingeniero en agroecología.
De acuerdo con Ana Tejero, coordinadora del proyecto de la Conabio y también responsable de la Comisión de Medio Ambiente de la CEPCO trabajar de esta manera fortalece la gobernanza del territorio cafetalero –regido en la mayoría de los casos por usos y costumbres– ya que las decisiones se toman a nivel comunitario después de un proceso de monitoreo y control interno.
Pero más allá de la gobernanza, los factores ambientales y comerciales también son muy importantes, según el asesor de la CEPCO, Miguel Tejero: “Tenemos el objetivo a mediano plazo de vender bonos ambientales, bonos no solamente de carbono sino bonos de biodiversidad; creemos que es muy importante que los productores que están cuidando una parte del territorio –en este caso del estado de Oaxaca– puedan tener un ingreso simplemente por cuidar, por mantener”.